viernes, 11 de junio de 2010

Buen día para olvidar

Llevo toda la noche buscando por casa al Señor Sapo.

He mirado debajo del sofá, en el mueble de la tele, incluso detrás del cesto de la ropa, donde suele dormir en verano.

Y hoy no quiere aparecer. Ni yo encuentro más motivos para esto . . .

Quizá debería haberme ido con él, pero tampoco me había avisado.

A veces pienso que no merece la pena. Y sin rodeos; que no mereces la pena.

Spotify sí que merece la pena, siempre me da alegrías. He escuchado "Bigmouth strikes again" unas catorce veces. Me gusta traducirla como "Bocachancla contraataca", y si soy un poco bocachancla...será porque no puedo evitarlo.

Esta tarde hablé con La Ardilla Roja. La echaba de menos, sinceramente. Ha sido uno de los mejores momentos del día.

¿Y ahora qué? ¿Qué quieres que haga? ¿Sentarme y esperar? El Señor Sapo no ha esperado a nadie, ¿por qué debería esperarte yo? .

Entonces me levanto, salto por encima del cargador del portátil, y como si no hubiese entrado antes, me acerco despacio al baño a retirar el cesto de la ropa...y vuelvo a no encontrarlo.

Tienes que contarme donde escapas cuando pierdes los motivos, o por lo menos, llévame alguna noche contigo. Prometo no contarlo a nadie, pero deberías dejar que te siguiera alguna vez. Yo también quiero evadirme y no pensar. Aunque los dos sepamos que es ella quien juega a no pensar. Te prometo que no hablaremos de ranas, pero hoy quiero perderme.

Buen día para olvidar, es el título de este post, y el de una canción que hasta hoy no había querido tanto. Porque al menos, la entiendo diferente. ¿Es un dia propicio para ser olvidado, o realmente... ¿es hoy un buen día para empezar a olvidar?

Estaba decidiendo si olvidar el día u olvidarme de tí y...justo antes de irme a dormir, he escuchado un ruido el el balcón.

Ha sido suave y discreto.

Miro desde el sofá y lo encuentro apoyado en la barandilla. Le brillan los ojos, sonríe.

Sigo sin saber de donde viene, pero ... de repente no me importa.

Ha llegado el Señor Sapo. Y se está lamiendo una pata como si fuera un gato.

Sé lo que está pensando, y el sabe lo que pienso yo. Sabe que esta noche casi me quedo sin motivos y he pensado en abandonar.

Y el Señor Sapo sabe la importancia de la paciencia. Ha querido enseñarme a esperar medio segundo más. Sinceramente...esta vez empezar a olvidar estuvo demasiado cerca.

Tú no has sido tan consciente, tú has levantado la bola de partido sin darte cuenta, en el último instante. Pero hay que darte el punto por válido.

Volverás a irte y volveré a no encontrar motivos. De hecho, algo me dice que será pronto.

El Señor Sapo lo sabe pero no quiere contármelo. Me conoce y sabe que me gustan las sorpresas... pero hasta cierto punto.

Por hoy ha sido suficiente.
El Señor Sapo duerme en casa. Confío en él, y agradezco que haya vuelto.
Y si vuelve a irse...sus motivos tendrá. Pero al menos esta noche ha demostrado que se merece el título de "señor".

Tu también volverás a irte. No sé si antes o después de mi siguiente "Buen día para olvidar", pero sospecho que si se solapan ambos instantes . . . no tendré ninguna intención de salvar el partido.

Creo que me retiraré antes de perderlo. Y el Señor Sapo me apoyará. Encogerá los hombros, se volverá a lamer la pata como los gatos, me mirará de reojo, y sin decir nada, se irá a dormir tras el cesto de la ropa.

Y todo volverá a estar en orden.

Cada uno en su casa, y tu Dios en la de todos.

...Que siga el partido ...

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

jueves, 10 de junio de 2010

Historias (2ª parte)

-¿Qué quieres decir?
-Nada, es sólo una historia.
-¿Cómo sigue?
-¿Cómo sigue? No sigue. Pero podría seguir así:

Cuándo Xavier Otxoa salió de aquel lugar la cabeza le daba vueltas, incluso estaba un poco mareado, pero se sentía eufórico. La vida le había guiñado un ojo. Pero él tenía un problema enorme: nunca supo guiñar.

Así, con una mezcla de exaltación e impotencia, Xavier volvió a casa, a una casa que le parecía que estaba a cientos de kilómetros. Sus pies se calentaban con la larga caminata, pero cada vez tenía la cabeza más fría. Y seguía sin poder pensar con claridad.

Pasaron los días y todo en la vida del Sr. Otxoa parecía inalterado, como si nunca hubiera recibido aquella llamada. Volvió a levantarse cada día temprano, a no desperdiciar ni minuto de su tiempo y a trabajar en cosas de elevadísima importancia.

-Pero… no es verdad, ¿no? En el fondo algo habrá cambiado.
-No lo sé aún. Tendremos que descubrirlo conforme avance la historia.