- Y ahora, ¿qué? Mira, te voy a contar una historia:
Había una vez un señor llamado Xavier Otxoa Lasa. El Sr. Otxoa siempre estaba ocupado. Nunca tenía tiempo para nada ya que siempre estaba haciendo cosas de elevadísima importancia. Estaba muy contento ya que decía que lo peor que se puede hacer con el tiempo es perderlo. “¡No se recupera! Si lo pierdes, perdido queda” decía cada vez que alguien le sugería que se tomara la vida con más calma.
Un día, al irse a dormir, justo antes de cerrar los ojos, sonó su teléfono: “¿Xavier?”. Él se limito a asentir durante toda la conversación, a veces, exclusivamente con la cabeza así que al otro lado preguntaban de vez en cuando si seguía escuchando. Entonces él susurraba un sí que no llegaba a convencer a nadie. Lo único diferente que dijo en toda la conversación fue justo antes de colgar. Carraspeó un poco y dijo: “No, llevas toda la razón”. Y colgó.
A la mañana siguiente se levantó como de costumbre a las siete de la mañana, no podía perder ni un minuto. Era otro día más, de trabajo, de estudio, comer, leer y comprobar que sus amigos y familia seguían bien. Pero antes de irse a dormir miró el teléfono. Hoy no iba a sonar así que se vistió despacio, se peinó meticulosamente, se ajustó bien el nudo de la corbata cogió su sombrero y salió a la calle. “A veces hay que darse un capricho” pensaba mientras caminaba paralelo al río. El viento leve en la cara hacía que se olvidara del trabajo, del estudio, de comer, de leer y de sus amigos y familia. Siguió caminando y al llegar al final de su camino, abrió la puerta y entró.
- ¿Y?
- Y aquí estoy.