martes, 29 de mayo de 2012

La Hora 27

Hoy no vengo a contaros cualquier cosa.
Vengo a contaros un secreto.


No recuerdo desde cuando lo guardo, solo sé que lo descubri en algún momento, y que nunca antes quise compartirlo con nadie.


Hoy vengo a contaros que encontré una rendija en el tiempo, o incluso otro lugar en nuestro pequeño universo giratorio.
Porque seguramente, aún no habéis advertido que durante cada uno de nuestros días transcurre una hora adicional secreta.


Para comprobarlo tan solo hay que quedarse dormido en el instante preciso, en la combinacion exacta de hora-minuto-segundo.


Cuando despiertes, notarás que todo es diferente alrededor. Pero si tienes dudas, comprueba que tus relojes marcan la hora 27.

Para los que no me creáis...pensad en la hora 27. Y pensad como un reloj analógico podría marcar la hora 27 con sus manecillas. Si no tiene sentido, no creáis en la hora 27.



En la hora 27 siempre es día y siempre esta nublado.
Una fina capa de nubes cargadas de agua cubre las ciudades y un radiante sol las retroilumina, produciendo una intensa luz amarillenta de media tarde que se pega a las paredes de los edificios.


En la hora 27 solo existen tres sonidos. Tu respiración, el de la débil pero incesante lluvia, y el de un avión que aún no he conseguido posicionar en el cielo, pero que siempre está presente.


En la hora 27 no existen sentimientos. No se siente nada. Tan solo existes tú mismo, percibes, y el estado de relajación es absoluto.


Podrás hacer cualquier cosa durante la hora 27. Nada importa, nada tiene sentido, ni nada prevalece. Cada hora 27 es independiente al dia, independiente al resto de horas 27.

Transcurridos sesenta minutos, el ritual de cierre se inicia con el cese de la lluvia.
La luz amarillenta comienza a atenuarse, y el aire se desplaza a tu alrededor sin motivo aparente, aunque tu ni siquiera puedes oírlo.


Tu respiración se hace más debil, probablemente se paraliza el diafragma progresivamente.

La presión del aire en movimiento termina por vencer la resistencia y tus pulmones se hinchan involuntariamente, más y más, más y más... Y todo sigue sin tener sentido, y tú sigues sin sentir nada.


Solo sabes que, inevitablemente, se acaba la hora 27.

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