sábado, 1 de mayo de 2010

Guerras Médicas (I)

Era el primer día en la Facultad de Medicina, A. y yo entramos bajo el pórtico con una especie de temor reverencial, habíamos estado antes allí pero solamente en escaramuzas burocráticas. En cambio, aquel día era diferente, íbamos a comenzar el primer curso. Nos habían convocado en al Aula Magna y solamente el nombre nos hacía sentirnos dichosos. Entramos despacito, rodeados de todos los demás estudiantes, apretados y en un semisilencio expectante. Nos sentamos. Comenzamos a mirar a nuestros compañeros, todos parecían compartir nuestra emoción. Entonces hizo su entrada el decano, rodeado de sus acólitos. Un silencio expectante envolvió el aula magna. Algunos se miraban perplejos. Otros parecían no darse cuenta de nada. El decano era muy alto, extremadamente delgado, vestía una toga negra y raída con la banda amarilla de medicina llena de manchas de grasa, y su cabeza era la de una mantis religiosa. De vez en cuando frotaba sus manos una contra la otra. Subió al escenario, se colocó en el atril y con su odiosa voz, similar al chirrido que hacen las ventanas viejas de aluminio que se atascan cuando las abres, comenzó el discurso. ‘’Bienvenidos, gusanos miserables. Han llegado ustedes a este templo del saber arrastrándose por un sistema educativo que premia a los incompetentes y a los degradados mentales. Me comprometo pues a conseguir que en los próximos seis años su conocimiento se amplíe exponencialmente. Al mismo tiempo desterraremos de su cabeza, eficaz y eficientemente, todo atisbo de libertad de pensamiento y de autonomía. Porque deben ser conscientes de la única verdad absoluta que les vamos a contar dentro de estos muros: son ustedes basura. Sólo otra generación de basura. Estoy convencido de que entre ustedes hay algunos que albergan la idea de la medicina como un bien para la humanidad, como un motor del progreso… señores, no sean ingenuos, la medicina no es más que economía, y ustedes son el producto que hemos de modelar para que nuestros clientes queden al mismo tiempo satisfechos y frustrados. Son ustedes objetos al servicio de nuestros caprichos, no se resistan, abracen esta idea en su mente y pronto la felicidad del no pensamiento estará a su alcance. Bienvenidos sean a la Facultad de Medicina.’’

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