lunes, 9 de agosto de 2004

200 km a la redonda

Berlín, 7 de Octubre del 2002

No iba a ser fácil concilar el sueño aquella fría noche.

Luces de colores, balanceantes destellos, el sonido de aquellas siete ambulancias, la extraña sensación de vivir en el interior de una inmensa esfera tapizada de múltiples espejos asimétricos e indiscretos.

Por la ventana de la asfixiante habitación penetraron las últimas luces de la ciudad. Las calles quedaron vacías, como cada día, ajenas a la magnitud de los recientes acontecimientos; la vida continuaba detrás de las cuatro paredes que ahora marcaban esa frágil frontera entre lo real y lo imaginario.

Fuera, incesante, aún caía el agua. Tal y como había caído durante toda la semana. Una semana... tan sólo siete días. Resulta imposible imaginar como puede girar tu vida en tan sólo siete días.

Liam volvió a rozar con los dedos el extraño artilugio que ahora yacía, inerte, sobre su vientre. Una sonrisa escapó de entre sus labios justo en el momento en que estiró las piernas sobre el maltrecho colchón de oxidados muelles.

Esta vez sólo pudo contar hasta siete. Sólo tuvo tiempo de sostenerse con fuerza a la estructura metálica que soportaba el decreciente peso de su cuerpo.

Sabía que vendrían. En cierto modo, Liam los estaba esperando.

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