Confesión

Ya no sirvo para esta comedia cargada de estupidez y clichés gastados que es mi puta vida. Soy hipócrita y egoísta. Mis virtudes están tan gastadas que las he olvidado. He desperdiciado tres años de mi vida, y tan sólo tengo veinticuatro, lo que implica que he malgastado más del doce por ciento de mi existencia. Estoy estancado como una charca nauseabunda. Llevo demasiado tiempo dejándome morir poco a poco, buceando en la tormentosa calma de la apatía, pero si he de ser sincero la apatía es tan satisfactoria como nadar en una piscina llena de mierda. Joder. Vivo casi exclusivamente para el odio y la autocompasión. No duermo bien, tengo unos horarios que solo pueden definirse como ridículos y mi patrón de sueño carece de patrón. Todo parece irreal y distante, ajeno a mi comprensión.
Así que quiero terminar con esto, de eso es de lo que se trata toda esta maldita confesión. Una manera, tan estúpida como cualquiera, de intentar joder a todos los fantasmas que me tienen atrapado. No pretendo cambiar nada excepto a mi mismo aunque no creo que sea capaz de conseguirlo. Me siento derrotado. Todo me parece tan absurdo que a veces no intento ni siquiera luchar. Vencido por la apatía. Eremita en la oscuridad, con un puñal en la sien y sin la voluntad suficiente para olvidar el dolor. Mi frente ardiendo, mi cuerpo entero ardiendo mientras el mundo gira a mi alrededor y yo me voy haciendo cada vez mas pequeño. A veces me siento invisible y otras veces soy invisible.
La única verdad que parece más real que las demás es el odio que me llena. Se parece al aire de un día de agosto a las cinco de la tarde, denso y abrasador, maldito, imposible de olvidar, presente en cada uno de los momentos de mi vida. No pretendo decir que odio todo lo que me rodea, al menos no las veinticuatro horas del día, pero la verdad es que a veces me sorprendo a mi mismo con una crueldad de la que no me creía capaz. Cada día me encuentro más cercano a la misantropía y eso me asusta.
Por eso he decidido que en lugar de pagar a un psiquiatra para que me atiborre a prozac, lo que voy a hacer es vomitar toda la bilis que llevo dentro, y donde mejor que en la puerta de atrás del jodido paraíso.