lunes, 19 de enero de 2009

Muerte

Solía pensar en la muerte como en algo natural, algo inevitable, un compañero de viaje. No me asustaba mucho aunque a veces, de madrugada y en soledad, la sentía como unas manos alrededor de mi garganta. Pero al pensar detenidamente y con la luz del día no me provocaba escalofríos. Así de triste es mi educación. Porque la muerte puede ser todo eso, quizás en mi barrio, y no siempre, quizás. Y es que estoy aprendiendo un nuevo concepto de muerte, y es horrible que lo aprenda a los veintiseís años, pero así funcionan las cosas en este ‘’estado del bienestar’’ en el que vivimos. 

La muerte es ahora una maldita y traicionera compañera, manejada por hombres que han olvidado lo que es ser hombre. Y digo ahora pero creo que siempre fue así para algunos, para los desafortunados muertos, y mi concepto prematuro de la muerte quizás sea sólo para niños pijos y almas cándidas. Porque ahora que mis ojos se han abierto, y han llorado de dolor y de rabia por el asesinato y por la mentira, ahora, veo la muerte en todas partes. La muerte es el fuego que calienta nuestras casas y pone en marcha nuestros coches. La muerte es la política jugando a ser dios. La muerte es nuestro ordenador y nuestro teléfono móvil, nuestras joyas, nuestras drogas, nuestros medicamentos, nuestra comida, nuestros juguetes, nuestras sobremesas, nuestra industria, nuestro gobierno, nuestro producto interior bruto, nuestras exportaciones, nuestro bienestar, nuestro olvido.


Somos nosotros. Nosotros somos la muerte. Y queremos nuestras tres monedas de oro. Y no nos engañes o serás un muerto en el fondo del Aqueronte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

...si deseas dejar algún comentario...